El día de San Isidro en la ermita es una de las citas ineludibles del año torreveño. Este día no solo se celebra el patrón de los labradores. Se celebra la tierra que nos nutre, nos arraiga a un lugar y nos conecta con quienes nos precedieron, los que la cuidaron e hicieron de ella lo que ahora tenemos. Es además un día especial de hermanamiento, de disfrute de la amistad, porque solo así tiene sentido esta fiesta.
Por eso, este día está dentro de nosotros, como la Borricá o el día de la Virgen. Este año no tenemos San Isidro, y será un día más raro entre los días raros que estamos viviendo. Pero tenemos recuerdos, cercanos y menos cercanos, que hoy dejamos aquí reflejados.
Y tenemos creatividad, que no falta nunca en esta quinta. El vídeo de los patios de Jesús es buena prueba de que la vida se renueva eternamente y nos espera el año que viene, como siempre, en la romería del santo en la ermita.
La foto es de Manolo. Pero representa lo que la gente de esta quinta -como la sociedad española y europea en general- estamos dando estos días de alarma y confinamiento nunca vistos. Los que continuamos con el trabajo diario: camioneros, profesionales sanitarios, guardias civiles, agentes medioambientales, bomberos, profes on line, fruteros, conductores, periodistas… Y los que luchamos desde casa: fabricando mascarillas, aportando talleres para fabricarlas, cumpliendo las normas con responsabilidad, rezando teniendo a todos (creyentes y no creyentes) en sus pensamientos, animando a los que nos rodean con música y buen humor...
Algunos hemos sido golpeados y hemos perdido a alguien; otros vivimos separados por kilómetros y hasta por fronteras de nuestros mayores, y tememos por ellos; todos tenemos seres queridos, cercanos o conocidos con el dichoso virus y sufrimos.
Pero también tenemos nuestra quinta y nuestro grupo. Que, en tiempos como estos, no solo sirve de lugar de encuentro. Es también lugar de unión, de refugio, de apoyo, de ánimo. Aquí, cada uno desde su casa, nos transmitimos fuerza para salir de esto.
Es posible que, cuando todo termine, el mundo no sea el mismo. Pero nosotros seguiremos ahí. Como siempre. Y, entonces, ya no habrá excusas que valgan para las migas. O para lo que se tercie. A lo grande.