Hubo, como de costumbre, cervezas previas en la plaza. Siguieron, por la noche, abrazos emocionados, risas liberadoras, premios aceitosos, bailes ochenteros y copas varias. Y, también como de costumbre, la cosa terminó con churros casi enamorados, piscinas y vinos al mediodía siguiente, como se aprecia en las imágenes que siguen. Que, como dijo alguien, “cada uno se quita las legañas como puede”.
Con el disfrute en el cuerpo y las ganas de volver a vernos, la celebración de los 60 años, en apenas dos, promete ser memorable.